✨ Hay días en los que las emociones pesan más que la comida. Días en los que no son los alimentos, sino las palabras que tragamos, las miradas que nos hieren o los silencios que se clavan, lo que deja en el cuerpo una sensación densa y atrapada. En esas jornadas, la digestión se vuelve un acto simbólico, una alquimia interior donde no solo el estómago transforma, sino también el alma. Y para esos momentos nace este ritual: un hechizo de digestión emocional.

Comienza cuando la noche empieza a caer y el mundo externo va suavizándose. Cierra los ojos por un instante y respira hondo. Recuerda que hay una muralla sutil, invisible, pero real, que puedes construir en torno a tu paz interior. No para aislarte, sino para protegerte del exceso de estímulos, de lo ajeno que te invade, de lo que no te pertenece. Hoy has sostenido mucho. Has escuchado, comprendido, sostenido incluso lo que no debías. Es momento de soltarlo.

Ve a tu cocina o tu rincón mágico, ese donde preparas las infusiones con la misma reverencia con la que otros trazan pentáculos o encienden velas. Abre el cofre donde guardas la Magia Roja del Rooibos, esa mezcla noble, cálida, traída desde tierras lejanas, bajo el cielo del sur de África. Este rooibos ecológico, libre de cafeína, es el aliado perfecto para las noches en las que el cuerpo y el corazón necesitan reposo. No lleva ni un gramo de amargura. Solo dulzura terrosa, aroma cálido, y una suavidad que abraza sin invadir.

Para este ritual, toma una cucharada colmada (aproximadamente 2 g) y viértela en una taza ritual o tetera mágica con 200 ml de agua hirviendo. No tengas prisa. Cubre la infusión y deja que repose al menos 7 minutos, mientras los vapores aromáticos se elevan como un incienso invisible que empieza a limpiar el aire y el alma. La temperatura, si la mides, será cercana a los 100 °C, como debe ser para que esta planta entregue sus propiedades sin reservas.

Mientras esperas, puedes escribir en tu diario alquímico una frase breve: “Hoy libero lo que no es mío”. Es importante que no la pienses mucho. Déjala brotar desde el estómago, no desde la mente. Si no puedes escribir, susúrrala. Repítela como un mantra.

Ahora, toma la taza entre tus manos. Siente su calor. Acércala a tu pecho antes de beber, como si te regalaras a ti misma ese instante de consuelo. Bebe despacio. No importa la cantidad, sino la presencia con la que lo haces. Este rooibos es como una abuela sabia: no habla alto, pero te comprende. A cada sorbo, visualiza cómo se disuelven en el líquido cálido esas emociones densas, esos pensamientos repetitivos que no te llevan a ningún lugar. Déjalos ir.

Este no es un ritual de olvido, sino de integración. Lo que has vivido hoy no desaparece. Pero ya no te devora. Has elegido sostenerlo desde otro lugar, más suave, más sabio, más tuyo. Y esa es la verdadera alquimia emocional.

Si lo deseas, puedes acompañar este momento con una piedra suave: la lepidolita, por ejemplo, o una rodonita. Ambas te ayudarán a equilibrar los vaivenes internos. O bien, enciende una vela en tono ámbar o tierra, para anclar esta intención de digestión completa y consciente.

A medida que el rooibos baja por tu garganta, puedes visualizar cómo tu centro se expande. Un centro cálido, en tonos ocres y rojos, que gira lentamente en tu plexo solar. Es el hogar de tu fuego digestivo, tanto físico como emocional. Déjalo girar. Agradécele. No tienes que entender todo. Solo permitir que se digiera.

Y cuando termines tu taza, no la laves enseguida. Déjala allí unos minutos más. Como un altar silencioso que honra lo que fuiste capaz de soltar. A veces, solo necesitamos ese gesto: preparar algo bueno para nosotras mismas y beberlo en presencia.


En otras épocas, las hierbas eran también confesores. Los calderos de las brujas no eran solo para curar cuerpos, sino también para liberar penas. El rooibos, con su poder antiinflamatorio, antioxidante y calmante, no es una excepción. Su alquimia natural ofrece un bálsamo tanto al cuerpo como al alma. Tiene ese raro poder de no perturbar, de no agitar, de solo acompañar.

Y no olvides: puedes repetir este ritual cada vez que algo “te caiga mal” emocionalmente. No necesitas entenderlo todo. Solo dejar que el té actúe, como actúan los elementos, como actúa el tiempo. En silencio, con suavidad, con sabiduría.

Repite en voz baja mientras sostienes la taza:
“Suelto lo que no es mío, sostengo mi centro con dulzura.”

Y deja que esta frase sea también una medicina.


🌿
A veces, lo más revolucionario que podemos hacer es darnos tregua.
Una infusión. Una pausa. Una decisión de no cargar con lo que no nos pertenece.
Y en esa rendición suave, renace la fuerza.
El alma, entonces, vuelve a digerir el mundo sin perderse en él.

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